La manera en que Breccia entendió el cómic marcó el inicio de una nueva época cuyas repercusiones todavía palpitan en el ánimo y las viñetas de numerosos autores consagrados o anónimos. A lo largo de su trayectoria profesional fue derivando de manera natural desde la comercialidad hasta la vanguardia y en ocasiones llegó a frecuentar casi la marginalidad. Siempre fue un espíritu inconformista e inquieto y lo fue de una forma compulsiva. Ninguno de sus increíbles avances le permitía estancarse en un estilo determinado, independientemente de la aceptación obtenida, siendo por ello incapaz de repetir una estética o unos recursos durante demasiado tiempo. Lo cual originó una continua huida hacia delante que no siempre supo ser valorada por sus contemporáneos o compatriotas.