Entre un tebeo de Jan y uno de Liberatore. Como una peli de quinquis dirigida por George Miller. Y con música de Slayer. Las referencias son múltiples porque Angel es un hijo de mil padres. Una fiesta en viñetas y una excusa de IRON para dibujar el espectáculo de la violencia y darse a la acción frenética. Por la cara. Por el puro placer del movimiento, la furia y la barrabasada. El resultado, que en su día fue vilipendiado por la crítica y adorado por los lectores, es todavía uno de los cómics más ruidosos que se conocen. Se recopilan aquí las dos aventuras largas del enemigo público número uno y se saltean con ilustraciones e historietas cortas que dan la biografía integral del que se considera uno de los personajes más emblemáticas de aquellos desencantados años 90. La policía le pisa los talones. También unos fanáticos ultracatólicos le van detrás. Es el hijo del comisario, va armado, es muy peligroso y acaba de arrasar con un tren de pasajeros. Angel no teme a nada y es pura nitroglicerina. Un torrente de maldad. Un psicópata imprevisible en sus arrebatos de cólera, pero también capaz de las más sofisticadas perversiones. No actúa por dinero ni le mueven las bajas pasiones. Lo de Angel es rabia sintetizada. Odio infinito. Deleite en la matanza. Ángel mata por gusto y por convicción. Lo suyo es pura supervivencia.