No todo es lo que parece. Cuando estuve a punto de morir atropellado, hice algo que solo ocurre en las novelas que leo: magia. Ahí comenzó la carrera para sobrevivir, fue en ese momento cuando el mundo sobre cuyos cristales rotos ya caminaba decidió romperse un poco más. Dejé de ser el Devon de siempre, el que iba con Fei de discotecas y el que volvía siempre a una casa donde ya nadie me esperaba. Dejé de ser yo, para ser otro Devon muy distinto, uno que luchaba y realizaba invocaciones imposibles para dar esquinado a
la muerte. Y claro, eso no le gusta a todo el mundo.