Carmen Moreno se pone el victoriano traje de Conan Doyle para hacer suyas las sospechas a las que hubiera podido llegar o para adentrarse en el mundo de los médiums y del espiritismo como camino para la búsqueda de la verdad. Pero también se pone la gorra de pana del irregular Wiggins para recorrer las calles del East End, recordar viejas canciones e investigar sober el terreno ganando la partida a Abberline y a Lestrade. Es una tarea exigente y una apuesta arriesgada porque necesita que el lector cómplice se situe cada momento en una parte de la historia y en la perspectiva de cada uno de los investigadores que Carmen Moreno pone en juego sobre el tablero de Whitechapel como si de un juego de rol se tratara. Como debe ser cómplice para aceptar la presencia inquietante de un Lewis Carroll alejado de los cuentos infantiles y gobernado por los ocultos hilos que mueven en la oscuridad de las sombras los versos de un poema para crear anagramas de terrible significado.Comienza el juego.Juan Mari Barasorda