Zack Lightman se ha pasado la vida soñando. Soñando con que el mundo real se pareciera un poco más al sinfín de libros,
películas y
videojuegos de ciencia ficción que lo han acompañado desde siempre. Soñando con el día en que un acontecimiento capaz de cambiar el mundo hiciera añicos la monotonía de su aburrida existencia y lo embarcara en una gran aventura. Pero un poco de escapismo no viene mal de vez en cuando, ¿verdad? Después de todo, Zack no deja de repetirse que sabe dónde está el límite entre lo real y lo imaginario. Y entonces ve un platillo volante. Es igual a los del videojuego que lo apasiona, Armada, en el que los jugadores tienen que proteger la Tierra de unos invasores extraterrestres, la Tierra de lo que está por venir. No, Zack no se ha vuelto loco. Aunque parezca imposible, aquello es muy real. Y van a ser necesarias sus habilidades y las de millones de jugadores de todo el mundo para salvar. Por fin se convertirá en un héroe. Pero a pesar del terror y la emoción que lo embargan no puede evitar recordar las historias de ciencia ficción con que creció y preguntarse: «¿No hay algo en todo esto que me resulta... familiar