Derrotado definitivamente su peor enemigo de otros tiempos, Eblus se aburre. Ni siquiera sus amigos, los tres vampiros de Oriente, logran desentumecerlo. Ya no siente la misma pasión que antes por los viajes, el arte y los libros antiguos. Incluso se ha cansado de cobrarse almas humanas. Ahora que lo tiene todo, desea lo único que no puede poseer: a Natalia.