Gen y sus amigos no se dejan vencer por las circunstancias y están decididos a forjarse un futuro mejor. Cuando su madre se desplumó y exhaló el último aliento en el templo de Kiyomizu durante un viaje en familia a Kioto, el mundo de Gen volvió de derrumbarse. Perder a su madre fue como si la bomba volviera a arrasar la ciudad. Gen estaba dispuesto a hacérselo pagar a los responsables, incluso al mismísimo general MacCarthur y al emperador. Sentía rabia e impotencia, hasta que recordó un consejo de su padre: tenía que ser como el trigo que, a pesar del frío del invierno o de ser pisoteado, siempre volvía a brotar y crecía hasta lo más alto. A partir de este momento, siempre se repite estas palabras ante la adversidad, el dolor y el resentimiento. Incluso lo hace en los momentos más difíciles o en la cadena de tragedias que tiene lugar poco después de
la muerte de su madre.