Lo que empezó siendo un mero reportaje periodístico acabó convirtiéndose en gran literatura.
Con este libro, Gabriel García Márquez se descubrió a sí mismo como un narrador. Sin embargo, la intención primera era la de escribir un reportaje sobre un hombre, Luis Alejandro Velasco, que estuvo diez días a la deriva en una balsa mecida por el mar Caribe. El futuro premio Nobel de literatura y entonces joven reportero que era García Márquez escuchó el relato de los hechos de boca de su protagonista, y lo transformó, tal vez sin pretenderlo, en un prodigioso ejercicio literario, una narración escueta y vigorosa donde late el pulso de un gran escritor. La publicación por entregas del reportaje en El espectador de Bogotá supuso un alboroto político considerable -se revelaba la existencia de contrabando ilegal en un buque de la Armada colombiana, lo que costó la vida de siete marineros y el naufragio, más afortunado, de Velasco- y el exilio para su autor, que se vio abocado a una nueva vida.