En medio de ese silencio repentino, el aire apestaba a humo y al hedor de los Malignos. La hoja de la Buscadora de la Verdad siguó refulgiendo unos instantes más y su poder hizo que los dientes de Dain castañetearan. Podía sentir que su cuerpo entero brillaba y que el pelo se le había erizado. Entonces, las llamas desaparecieron, el fulgor de la espada se apagó y su poder se desvaneció. De nuevo se convirtió en una simple espada de belleza incomparable. Atrapado en un mundo que no pertenece a los vivos, ni a los muertos, el gran rey observa y espera... Contempla al joven semielfo Dain y cómo se hace un sitio en la corte del Príncipe de la Corona Gavril, que se convierte en su enemigo acérrimo y cuyo corazón resulta envenenado por la magia oscura. Contempla a la joven Alexeika que lidera el grupo de seguidores de su padre, una vez que el viejo líder rebelde muere en el campo de batalla. Contempla la maldad, cada vez más cercana, que amenaza a su reino. Y sabe que sólo ellos dos, Dain y Alexeika, podrán cumplir la profecía que logrará salvar la tierra