Ortega afirmaba que dos grandes peligros acechaban al pensamiento de la época: el racionalismo y el relativismo. Ambos
pretendían lidiar con un hecho completamente evidente desde la segunda mitad del XIX: la vasta pluralidad que preside la vida humana. El
racionalismo entendía que semejante pluralidad era un jaque a las ideas de verdad, bien o belleza. Por eso era necesario combatirla. Su estrategia
fue minimizar la importancia de las diferencias, a cambio de concentrarse en la búsqueda de lo esencial, de lo universal. El relativismo,
por el contrario, asumió el faktum de la diversidad, negando que existiera verdad, bien o belleza más allá de las creencias que profesan
al respecto las comunidades de humanos e incluso, dentro de ellas, los individuos. Si en el primer caso se pretendía salvar una verdad a costa
de las diferencias, en el segundo se esencializaban cultural e individualmente estas últimas, excluyendo cualquier tipo de mediación moral
razonable en nuestros conflictos de creencias. El lector hallará en el libro algunas de las disputas más importantes que la reciente filosofía
-sobre todo, la de orientación fenomenológico-hermenéutica-estructural - ha mantenido sobre el particular, sin olvidar reflexiones de corte
más histórico que afectan un aspecto esencial en toda esta discusión: el nacimiento de la Modernidad. Podría decirse que la perspectiva
última que preside los ensayos es dar un sentido intercultural a la multiculturalidad que define nuestras sociedades.
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