Las locas aventuras y desventuras del hierático, monolítico e hipermusculado Tug, y su compinche Buster, un hiperactivo y espasmódico crío, culminan en este tercer volumen con una desbocada visita a la supuesta máxima expresión del Arte: El museo. Tanto Genital Ben, un incontenible reprimido sexual prodigio del mal gusto e impenitente al desaliento ante el rechazo que despierta, y fundamentalmente, Dedoapestoso, el resabiado intelectual de vuelta de todo cuya palabra clama definitivamente en un páramo, alcanzan la figura de protagonistas en la última entrega de esta serie que repasa con un acerado sentido del humor algunos de los tópicos más arraigados de la supuesta cultura del hombre-macho norteamericano.
Mantiene este Tug & Buster 3 una aparentemente ingenua mordacidad y un brillante grafismo, fluida síntesis del cartoon de los estudios de animación de la UPA y el dibujo underground que daría a conocer el Peter Bagge de Odio, y en él desfilan otros secundarios de lujo, muy acordes con el excesivo universo de Hempel: desde una banda de críticos mamporreros que parecen recién salidos del barrio de Montparnasse parisino hasta un grupo de niños de escuela primaria que se asemejan más a una banda de gángters que a la expresión de la inocencia sorprendida ante la llamada del arte.
Mark Hempel (Chicago, 1957) compaginó sus estudios en Bellas Artes con el mundo del cómic y la ilustración. Sus trabajos en el campo de la ciencia ficción y en la revista “Epic Illustrated” de la Marvel le hicieron ganarse un notable prestigio a una temprana edad. Comenzaría una carrera ascendente que le llevaría tanto a trabajar al abrigo del mainstream norteamericano (o sus aledaños), creando Gregory y, junto a Neil Gaiman, Las benévolas, de la serie
Sandman, o pasando directamente al mundo de la autoedición, como es especialmente ejemplar el caso de Tug & Buster.