Ya pueden ir dejando lugar para un apéndice las historias de la literatura romana que se impriman a partir de hoy. Acaba de aparecer el manuscrito de un sensacional liber de epigramas, un libellum delicioso cuya autora firma como Minerva Margarita Villarreal [ ]. Villarreal nos indica la vocación urbana de los poemas, descarados como grafitis callejeros, como pintadas furtivas en los baños públicos o como apunte con barra de labios en el espejo de una habitación de hotel [ ]. Minerva consigue que el humor, ese producto tan perecedero y tan efímero, funcione en una mezcla alquímica de morbosidades romanas y contemporáneas, ajustes de cuentas con catulos y marciales desde el otro lado de la cama, sátira negra mexicana y tardoimperial, burla de las necedades y de los absurdos todos, libertad descarada y absoluta en la dicción. Los Epigramísticos de Minerva Margarita Villarreal circulan por los siglos y nos traen los ecos de la eterna carcajada: la vida es amarga, estrafalaria y ridícula, pero es la vida.
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