El cadáver de una estudiante aparece en el interior de su coche a treinta metros de profundidad en el lago de Nemós. Pese a que las primeras hipótesis coinciden en señalar que se trata de una muerte accidental, los inspectores de la Comisaría Norte de Nemeda Laura Collado y Pau Oriol se percatan enseguida de que este es solo el principio de un nuevo caso policial que se irá complicando a medida de que se produzcan nuevas muertes, todas ellas aparentemente accidentales, y cuyo patrón común será, para enturbiar aún más la situación, la presencia del exrecluso Héctor Beltrán como testigo directo de los asesinatos.