El águila y la liebre creían que lo sabían todo sobre sí mismas. El águila creía que lo mejor era volar y observar el mundo desde el aire, desde la distancia. La liebre pensaba que no había nada mejor que apreciar las cosas hasta el más mínimo detalle, a ras de suelo. Pero un día se conocieron y las cosas cambiaron para siempre: el águila quiso vivir como la liebre y la liebre como el águila.
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La flor aventurera |