Muchos días, haga frío o calor, mientras está atardeciendo, un hombre va por el caminillo que, pasado Pesqueruela, transcurre por la orilla del río. De cuando en cuando, anota simplemente lo que ve, se pregunta. Cuando el camino muere, donde se juntan el Duero y el Pisuerga, ya no hay hombre, sólo el atardecer frente al sentido del mundo. Entonces es el momento en que podría venir el poema. La desolación paisajística de Castilla vuelve a ser el escenario del último poemario de Fermín Herrero, De atardecida, cielos, libro aparentemente sencillo, austero, que esconde una voz más intensa y compleja, casi un estado de ánimo o una postura ante la vida.