«Escribir como quien viaja solo». Hace mucho, quizá demasiado, que el nómada talento de Miguel Ángel Arcas era un secreto en movimiento. Poe ta, editor, agitador, curioso general, Arcas ha ido forjando un extrao rdinario corpus aforístico. En algún otro libro el autor los había den ominado aforemas, neologismo que sintetizaba su fuente bifronte y su i ntermitente disposición versal. ¿Qué sería un aforema? Una idea que ti embla mientras piensa: «La oscuridad es un cadáver, / y no sabes de qu ién». Una visión que se hace sólida: «Una piedra respira por tu tacto» . Una reflexión moral distraída, o amplificada, por el propio lenguaje : «Error: dolor y motor». La fusión, en definitiva, de metáfora y conc epto. Más que formular dogmas, los fulgores de Más realidad desvelan l os mecanismos de aquello que nos parecía cierto, observados mediante l a inteligencia. Pero esa inteligencia trasciende los angostos límites de la lógica, para adentrarse en el resbaladizo territorio de la poesí a. Pensar, para Arca
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