Una ventana entreabierta ejerce sobre la mirada una atracción involuntaria y casi siempre irresistible. Allanamiento de morada, el tercer poemario de Anabel Caride, nos plantea una invitación, algo perversa, a asomarnos sin pudor a sus versos para contemplar un atisbo de todo aquello que casi siempre queda oculto entre las cuatro paredes del hogar.
Ya desde el título se sugiere que uno de los protagonistas de la obra va a ser el espacio y concretamente la casa, no solo como realidad física sino también como símbolo de la intimidad, pero hay otras claves de lectura: la provocativa exhibición de una introspección descarada y burlona obligará al lector en ocasiones a abandonar su ventana indiscreta para volverse a sí mismo y hacer examen de conciencia sobre sus propias flaquezas.
Anabel Caride es una gran maestra en poetizar lo cotidiano. En Allanamiento de morada se establece una relación de amor/odio con el lector, un delicado equilibrio entre la seducción y la desconfianza de no saber si se ha invitado a un huésped indeseable. La relación con el lector comienza a gestarse con el planteamiento de una serie de situaciones de cortejo en la primera parte, 'Prácticas de anatomía', para ir sentando las bases de una convivencia en 'Desahucios y franquezas' y concluir con 'Goteras y otras plagas', en la que la voz poética que habita la casa se asoma al exterior para mirar a su alrededor y descubrir el paisaje que ve desde su ventana, porque en el fondo todo se reduce a mirar y ser mirado.