Mary Anning de pequeña acompañaba a su padre a recoger fósiles en las escarpadas costas de Lyme Regis, en el sur de Inglaterra. De esta pasión convertida luego en profesión surgieron hallazgos que fueron esenciales para la evolución de la entonces incipiente disciplina de la Paleontología. Aunque la mayor parte de las veces su labor fue silenciada por
la comunidad científica de su época, sus descubrimientos ayudaron a asentar la idea de que el mundo tenía millones de años de antigüedad y que criaturas desconocidas y extrañas lo habitaron mucho antes de que la Humanidad apareciera. Mary Anning removió toneladas de rocas para sacar de ellas los vestigios de los dragones del pasado.