Nadie diría a primera vista que Francisco es poeta y, sin embargo, lo es, cosa que no debería sorprender, dada la larga tradición de poetas soldado en nuestra literatura; Garcilaso lo fue, y Cervantes, Lope de Vega, Hurtado de Mendoza, Calderón de la Barca, incluso Francisco de Quevedo... Fueron también poetas y soldados Robert Graves, Gabrielle D´Anunzio, Wilfred Owen y otros. Son precisamente las cualidades de nuestro autor, su compromiso con la verdad y su sensibilidad para encontrarla en la esencia de las cosas, unido a su capacidad para expresar lo que siente, superando la racionalidad del lenguaje hasta arrancarle nuevos significados... Su prosa poética pone de manifiesto una madurez narrativa que le permite moverse a través del laberinto siempre intrincado del alma humana: sus sentimientos, emociones, contradicciones, grandeza y flaquezas, se nos muestran de forma conmovedora, elegante y sensible. Su poesía navega desde el costumbrismo clásico con descripciones sobrias y precisas, hasta la hondura de los sentimientos personales en los que la soledad, que a veces es compañera, cuando no enemiga, invita a la reflexión, con el amor como gran protagonista.