Podemos ver en Lapinot y las zanahorias de la Patagonia una suerte de manifiesto: Lewis Trondheim, su autor, se distancia de los dictados gráficos tradicionales, de las puestas en escena enfáticas o de las temáticas viriles. Es un sorprendente work in progress, un relato iniciático urbano-fantástico-burlesco en el que vemos el nacimiento de un autor, de un estilo y de algunas elecciones narrativas. Trondheim es uno de los fundadores del grupo que prefigurará la nueva “bande dessinée” francófona. Lewis Trondheim cuenta que no sabía dibujar hasta que comenzó Lapinot y las zanahorias de la Patagonia. Cogió un taco de 500 hojas blancas en las que trazó en cada página cuatro líneas de tres viñetas y comenzó a rellenarlas. Entre el inicio y el fin de semejante empresa todo evoluciona: el trazo se hace más fino, Lapinot cambia de cara, las viñetas se hacen más complejas, los decorados van tomando una mayor importancia, el ritmo de la historia se hace más sutil, Trondheim juega con las perspectivas e introduce nuevos efectos que va descubriendo...