Joaquín Sorolla protagonizó una profunda renovación de la pintura española
durante las dos últimas décadas del siglo XIX redimensionando la importancia
de los «contenidos» y situando la superficie de representación como valor
pictórico por excelencia.
Pedro Gil Moreno de Mora gran amigo de Sorolla desde la juventud
de ambos; se conocieron en Roma en 1885 y, después, en tanto uno iba a vivir a
París el otro alternó su residencia madrileña con largas estancias en Valencia. Pocas fueron las veces
que se encontraron personalmente; en cambio la correspondencia entre ambos
tuvo la constancia y la regularidad de un hábito, casi de una adicción.
Se conservan cinco centenares de las cartas entre los dos amigos que
constituyen un documento histórico de primer orden tanto para el mejor
conocimiento de la personalidad del pintor como de sus ideas estéticas y los problemas plásticos que se planteaba. Se ofrecen en este volumen como primicia.