En un despacho de una Escuela de Bellas Artes se encuentran encerrados, frente a frente, dos hombres unidos por un breve pasado común. Cuando caiga la noche solo uno de ellos saldrá con vida de aquella habitación. El verdugo es un hombre convencido de haber sido llamado a una misión más elevada que su propio ser: liderar a su pueblo, cueste lo que cueste, en la conquista del honor perdido, del mundo, de la eternidad. La víctima, un catedrático de pintura que esconde en su senectud y su desmemoria el peor de los pecados del hombre. El odio, la locura, la venganza, el orgullo y la soberbia, el arrepentimiento, la memoria y el olvido, el terror y la crueldad, se darán cita en ese despacho durante esas horas de encierro en las que no habrá cabida para el perdón. Esa muerte al final del día será el preludio para que aparezcan todos esos rostros que faltaban, el mayor de los horrores que haya podido imaginar el hombre. Una simple casualidad, una frase aparentemente insignificante, puede cambiar para siempre el curso de nuestras vidas y de la historia, convirtiéndose en la fina línea que cruza el monstruo que el ser humano lleva dentro.