Adolf Hitler pasó de pintor frustrado a ser el Führer del demencial Tercer Reich. Acompañado por una turbia corte de personajes, a cual más siniestro, estableció un régimen que muy pronto dejó de lado los compromisos programáticos del partido nacionalsocialista y se impuso llevar a cabo un programa demencial de carácter su premacista y belicista que sumiría el mundo en el horror. Abanderado del odio racial y del expansionismo alemán, Hitler fue también líder de un nuevo culto religioso, en el que ejercía al mismo tiempo como «mesías» y como «gran hierofante». A través del miedo y de la propaganda encabezó un movimiento que desafió al mundo y provocó la Segunda Guerra Mundial. ¿Acaso habría sido posible si no se hubiera considerado a sí mismo como un «elegido por la Providencia»?